Segunda corrida de Feria de Abril: Los avisos, los flojos toros, la remendada corrida y la tormenta acabó con la espada de El Cid
Manuel Jesús "El Cid" se quitó las zapatillas y se ajustó los machos para torear en la playa de la Real Maestranza. El fuerte e intenso aguacero había inundado gran parte del piso de la plaza y el ruedo se convirtió pronto en un peligroso lodazal. Este encuentro de El Cid con "Onirico" nos recordaba los tradicionales festejos taurinos que se celebran en algunos pueblos costeros, como Candás, donde se aprovecha la bajada de la marea para celebrar las corridas de la Feria de esta población marinera de Asturias. ¡Lo malo es cuando sube la marea.!
Tormenta sobre la Real Maestranza. Truenos y relámpagos. El Cid tenía ante sí una difícil batalla marina. Además de enfrentarse al toro "Orinico", que podía ser un ensueño en el templo de los sueños, tenía que luchar contra los elementos. Y esto siempre es más complicado que bajo el cielo azul o cuando Canorea manda a encender los focos y se asoman las primeras estrellas.
Los tendidos llenos de paraguas. Otro personal con chubasqueros de colorines. Y "Orinico" queriendo engatusar al de Salteras para nadar juntos en la ribera en la que parecía haberse convertido la Catedral taurina de Sevilla.
El Cid, bajo la lluvia, quería cantar muy fuerte, elevar la nota taurina al máximo en el último de la tarde. Se ajustó con el capote en terreno resbaladizo. El picador colocó las puyas precisas sobre la piel mojada del negro mulato. El presidente, astuto, cambió pronto el tercio de banderillas para aligerar la carga de los rehileteros sobre el fangal. Sólo un par y pare usted de contar. Un trueno, dos truenos, tres truenos: El Cid Campeador contra todos los elementos. Franela roja en mano y al charco y no al de la Pava precisamente. Naturales, derechazos, pases de pecho y brillantes y espectaculares adornos pintureros. Salpicaduras de agua y de sangre. Allí estaba el de Salteras. Chorreando valor, equilibro toreo exquisito, empaque y tronío. Música para el gondolero. Vaya con la playa de la Maestranza de Sevilla.
Lo tenía El Cid todo ganado. El público soltaba las sombrillas y dedicaba palmas de honor al sevillano. No sé si el presidente, en esta ocasión Juan Murillo, tenía los pañuelos preparados. Uno, dos y tres. Pero la espada de El Cid se oxidó con el agua. Un pinchazo, dos pinchazos, tres pinchazos y dos descabellos. Todo pasado por agua. Al final, poca fue la gente que se quedó en los tendidos para premiar la belleza de una faena que se enriqueció plásticamente al reflejarse en la brillante lámina del mar que inundó el ruedo. El Cid ha atracado su fragata taurina en la dársena del Guadalquivir para la siguiente batalla.
En su primer toro, "Fabuchero", el de más kilos de la tarde y de Victorino del Río, El Cid asistió a una larga agonía del animal, después de fallarle todo, hasta la espada. El presidente le tuvo que mandar un recadito al otro lado de la plaza. Aún no llovía.
Y con El Cid, Abellán y El Juli. Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti. Pero en Sevilla, así, así. A veces se recibía bien a Chicote porque venía a salir de nazareno en la Candelaria.
Es verdad que ni los toros de Victorino del Río que pasaron la lista del veterinario y los dos remendados de Juan Pedro Domecq fueron a gusto al encuentro con los toreros, salvo el sexto de Juan Pedro, que pudo colocar al de Salteras en lo más alto del Niágara hispalense.
Abellán ni por aquí ni por allí, aunque recibiera a portagatyolas a sus dos enemigos. En su primero le dio una buena estocada a "Distante", otro negro mulato; pero al segundo, un jabonero de Juan Pedro, "Pordiosero", ni para pedirle una limosna. Cinco entradas a matar y un aviso por pasarse de la rosca.
A El Juli se le cayeron los palos del sombrajo viendo las escasitas fuerzas de "Brevito". Además, la res estaba coja y el presidente, con bronca incluida, no fue capaz de sacar un solo pañuelo para cambiar lo que había que canjear.
Al torero madrileño se le cayó el animal varias veces y necesitó tres ocasiones para liquidar este feo asunto. En su segundo, el madrileño se mojó algo más, ya estaba cayendo chuzos, y fue premiado con una fuerte ovación por su tremendismo. Tuvo el detalle de buen compañero de no forzar la vuelta al ruedo. El Cid estaba con la barca preparada.
Hoy habrá un nueva convocatoria taurina en la Real Maestranza. Llega el ecuador de las corridas de Feria de Abril de Sevilla, aunque es el décimo sexto festejo del abono maestrante.
Vuelven Sebastián Castella y José Maria Manzanares y llega Finito de Córdoba. Aquí, en esta corrida, todos los toros son de Juan Pedro Domecq.
Fernando Gelán