8ª corrida de abono en la Real Maestranza : Manuel Jesús El Cid cortó tres orejas al mejor toro de Victorino Martín
Toda la historia ha de girar en torno a Manuel Jesús El Cid. Sigue en su línea torera de estos últimos años. No ha bajado ni las ganas ni la guardia. El de Salteras exhibió el mejor toreo que se ha visto hasta ahora en el Coso del Baratillo. Bien es verdad que cogió el mejor lote de los toros de Victorino Martín.
Sobre todo, Bordóñez. Una res cardeña que desde que saltó a la plaza causó admiración. Toro bravo, con casta y raza, con 550 kilos, pero con una embestida galáctica. El Cid se lució con verónicas y comprobó que el animal fue al caballo con fuerza y con poder. La pelea entre Bordóñez y El Cid en el albero, fue fascinante.
El de Salteras se fijo en un palmo de terreno y allí ofreció medidos y artísticos naturales, ajustados redondos, sensacionales y magistrales vuelos con la franela.
Música para la buena lidia de El Cid Campeador de Sevilla que transmitía valor y entrega. Bordóñez, con la bondad de un toro bravo, embestía y embestía a lo largo y a lo corto. Ni un derrote, ni una tarascada. Perfecta simbiosis entre torero y toro.
El victorino estaba embebido en la fina muleta del matador sevillano. Antes de que El Cid preparara el volapié mortal, cierta parte del público solicitó el indulto. Pero el de Salteras cogió la espada y liquidó de estocada al animal. El delirio.
La plaza era la revolución. Premio de vuelta al ruedo para Bordóñez y dos merecidas orejas para El Cid Campeador. La Real Maestranza , en una tarde gris entoldada por las nubes, brillaba más que nunca.
El sevillano también estuvo muy digno en el segundo toro, un negro entrepelao llamado Baratero.
El Cid sabía que aquí se jugaba ante el victorino la cuarta salida a hombros por la Puerta del Príncipe. Y arriesgó porque el animal también era bravo, con casta y buenas hechuras.
El Cid brilló con la capa y luego con la franela. Hizo otra exhibición. El maestro pisó el terreno adecuado. Si el toro le sigue en el juego, el buen juego, el de Salteras se supera ante las adversidades, porque sabe además que cuenta con el apoyo de la afición de Sevilla. .
El Cid superó con su magia torera los peligros de este toro, más complicado que el primer caramelo. Pero el matador marcó con su izquierda el camino del éxito. Estocada, algo bajita, pero efectiva. Otra oreja y el paso por el arco de la Puerta del Príncipe asegurada. (En la puntilla, Julio López recibió un puntazo y fue a la enfermería).
Pepín Liria abrió el cartel de esta octava de abono. Expuso mucho, todo, pero el victorino no estaba por la labor que le exigía el murciano afincado en Sevilla. El primero, Paquito, fue un negro entrepelao bastante peligroso. Y eso que Liria estuvo muy por encima de la res. Cogió pronto su fusil, el estoque, y necesito de dos volapiés para mandar al toro al carnicero.
Liria tampoco cogió buen número en la rifa de los lotes. El segundo toro, Petrasquisto, otro negro entrepelao, fue más peligroso que su hermano, dando muchas tarascadas y parándose peligrosamente. El murciano-sevillano quería ofrecer espectáculo. Recibió al toro a portagayola, pero aquel victorino era inlidiable. Pepín Liria digo basta a pesar de luchar frente al toro como un jabato. Mató al victorino con dignidad.
Tampoco estuvo afortunado Salvador Cortés. Al de Mairena del Aljarafe se le vio con ganas sobre el albero, pero sus toros son de otra raza. Sin embargo, Cortés practico su juego, su torero fino, sus brazos lentos con el capote, las muñecas de arte con la franela. Pero tanto Corretón como Estupendo, éste nada tuvo de maravilloso, frustraron todos los deseos de triunfo del sevillano.
Los dos toros corrieron por la arena con mucho peligro. Fueron reses con excesivas dificultades para cualquier intento y entrega. Cortés, a pesar de todo, dejó detalles, pinceladas, gotas del tarritos de su esencia torera. Tres veces entró a matar a Paquito. De mejor forma liquidó a Estupendo.
Y con la novena del abono, más toreros y toros para el gran espectáculo. Se acerca, además, las corridas de farolillos.
Fernando Gelán