Firmas Cofradieras
A partir de esta Cuaresma 2007, este periódico digital de nuestra ciudad, en esta sección de Sevilla Cofrade, publicará una serie de artículos sobre cuestiones relacionadas con las hermandades y sus personajes, sus obras, sus cultos, sus procesiones y sus actividades y proyectos.
La opinión y el análisis en profundidad de destacados especialistas en la observación y en la crítica constructiva servirán, sin duda alguna, para contemplar el denso panorama cofradiero desde interesantes e inéditas perspectivas.
Nuestra más cordial bienvenido, pues, a este notable grupo de colaboradores que van a enriquecer aún más este portal electrónico de información y opinión de la ciudad de Sevilla.
El santo Niño del Cebú: Devoción Filipina de raíces centenarias
por Carmen Pareja Ortiz
En la Basílica de Cebú se encuentra la Basílica Menor del Santo Niño. Frente a ésta se alza el monumento dedicado a las costas filipinas y que conmemora los inicios de la fe cristiana en estas islas. En el interior de esta iglesia, en una capilla lateral, se encuentra la talla del Niño y a sus pies se venera una reliquia de la Santa Cruz.
Este Niño preside la vida, los acontecimientos. Todo el quehacer, desde su llegada, en el siglo XVI, hasta hoy. La imagen del Santo Niño se descubre por todas partes, vestido de mil modos diferentes, aunque siempre con una corona, y un cetro y el mundo sostenido en sus pequeñas manos.
Se le ve en las iglesias, en las casas, en las tiendas, en los taxis, en los jeepneys .... Este "pequeño príncipe" , como lo llamó un poeta filipino, tiene el corazón de este pueblo junto con el globo que sostiene en sus manos y ha llegado a ser todo un símbolo para un pueblo como el filipino.
En este artículo vamos a exponer el origen de esta devoción popular de raíces centenarias, íntimamente ligada con la gesta del Descubrimiento.
A los veintinueve años, cinco meses y cinco días de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, el 12 de octubre de 1492, una expedición al mando de Hernando de Magallanes avistó unas islas, a las que dio el nombre de San Lázaro, día en que fueron divisadas por primera vez, y que actualmente se conocen como las Islas Filipinas.
Hernando de Magallanes, aunque portugués, ofreció su proyecto al monarca español Carlos I. El objetivo de éste era descubrir el derrotero occidental, llegar a las Malucas, islas de las especias, a través de un paso que esperaba encontrar en el continente americano. Estas noticias las tenía, entre otras fuentes, por la información recibida de su amigo Francisco Serrano, descubridor de las Malucas por la vía de la India y establecido en ellas. Demostrará la realidad de la intuición vespuciana al pasar del Atlántico al Pacífico por el estrecho que llevará su nombre.
España patrocinó la empresa, nombrando como capitanes al citado Magallanes y al cosmógrafo Ruy Falero, también portugués, quien no pudo realizar el viaje.
Las capitulaciones se firmaron en marzo de 1518, en Valladolid, con un soberano que aún no hablaba español, bien joven, dotado de grandes energías emprendedoras, y, como es sabido, la expedición partió de Sevilla al año siguiente: "El 10 de agosto de 1519 salieron de esta margen del Guadalquivir y sitio llamado Puerto de Mulas las naves "Trinidad", "San Antonio", "Concepción", "Santiago" y "Santa María de la Victoria ".
Los cinco barcos, comprados en Cádiz, procedían de Astilleros del Norte. Fueron carenados, astillados, pertrechados de instrumentos y cargados de vituallas para setecientos cincuenta días. Se cargaron las habituales quincallas y chucherías para el trueque, del que eran muy aficionados los orientales (veinte mil cascabeles, novecientos espejos, seiscientas tijeras, etc.).
Después de tres meses de navegación, en noviembre, la expedición exploró y paso al estrecho que recibió el nombre de Magallanes. El Sur del continente americano, por la Tierra del Fuego, había sido surcado por primera vez por una flota, donde ondeaba la bandera española. Cruzaron la inmensidad del Océano Pacífico, y el 17 de marzo de 1521, los expedicionarios vieron la primera de las Islas Filipinas.
Después de tocar en algunos puertos, la escuadra fondeó en Cebú el domingo 7 de abril. Siguiendo las Ordenanzas Reales, Magallanes hizo plantar una cruz junto a la playa. .
Establecieron relaciones pacíficas con los naturales, los cuales acogieron la fe rápidamente y muchos se incorporaron a la Iglesia , empezando por el rey Hamaban y su esposa. Por el cronista del viaje sabemos cómo fue: "Después de comer, el capellán y muchos de nosotros fuimos a tierra para bautizar a la reina. Cuando llegamos, se hallaba en un cojín, y en esteras, alrededor suyo, muchas mujeres-. Mientras que el sacerdote se disponía para la ceremonia, yo le mostré una imagen de Nuestro Señor, una esculturita representación del Niño Jesús y una Cruz. A su vista, experimentó un movimiento de contricción y, llorando, pidió el bautismo" . El propio Pigafetta declara en otro pasaje de su obra que él mismo regaló el Niño Jesús a la Reina de Cebú. Los españoles permanecieron en la isla con amistosas relaciones con los nativos.
Al mes de su llegada a la Isla de Cebú, fueron invitados a acudir a la Isla de Mactan, cuyo principal, Zulu, enemigo del rey Cebú, preparó una emboscada y proporcionó la muerte a casi todos los españoles, incluido Magallanes. "Este funesto combate tuvo lugar el 27 de abril. Era sábado, día que eligió el mismo capitán por tenerle gran devoción". Así, pues, en Mactan quedaron para siempre los cuerpos de Magallanes y de muchos españoles. Sólo salieron con vida los hombres que estaban embarcados en la nao "Victoria", que fue la única que regresó a Sevilla.
El 9 de septiembre de 1522 llegaban dieciocho de los doscientos sesenta y cinco expedicionarios que salieron, al mando de Juan Sebastián Elcano. De inmediato fueron a dar las gracias a Nuestra Señora de la Victoria , de Triana. Luego demostrarían que habían encontrado el estrecho, que la tierra era redonda, que las Islas Malucas pertenecían a España. Era la primera embarcación que daba la vuelta al mundo. Por eso recibió el comandante de la mermada expedición del emperador Carlos V un escudo de armas con la leyenda "Hic primus geomates".
Tardarán cuarenta y cuatro años en que vuelvan a arribar a Cebú otra expedición. Según sabemos, se producen siete nuevos intentos, casi todos ellos fallidos, y será Miguel López de Legazpi quien, de una manera definitiva y efectiva, logra la anexión de Filipinas a España.
Del Puerto de Natividad (México) salió el 21 de noviembre de 1564. Esta nueva expedición constaba de 379 hombres: 150 hombres de mar, 200 soldados, 5 religiosos agustinos y algunos criados. La armada se componía de la nao "San Pedro", en la que iba Legazpi y Urdaneta, jefe técnico de la expedición; la nao "San Pablo", mandada por el maestro de campo Mateo de Sanz; el patache "San Juan", mandado por el capitán Juan de la Isla ; el patache "San Lucas", mandado por Alonso de Arellano, más un bergantín.
Justamente el mismo día del gran desastre de 1521, el 27 de abril de 1565, llegaba a Cebú a las 10 de la mañana la armada de Lagazpi. Era el día de Resurrección: "... apostaron a una isla grande que se llama Cebú y allí hicieron amistad con el rey de ella, que lo hizo de esta manera. Sacóse el rey sangre del pecho y asimismo el capitán, y echada la sangre de ambos en una copa de vino la partieron por medio y el uno bebió la una mitrad y el otro la otra mitad, y aquello dice que hace la amistad más loable". Este fue el comentario que uno de los que formaba parte de la expedición hizo sobre el segundo y definitivo asentamiento en Cebú.
Pero parece ser que no fue tan poética la llegada a la isla como muestra en el texto anterior. Los españoles se vieron obligados desde las embarcaciones antes de bajar a tierra a usar la artillería para someter a los indígenas que se resistían. Esto produjo un gran incendio en el pueblo: "Se pegó el fuego en unas atarazanas que allí había, donde estaban recogidos muchos bastimentos, que para nosotros fue grane pérdida. Quemáronse también casi otras cincuenta casas y se quemara todo el pueblo si no nos fuera el viento favorable".
Una vez en tierra, un soldado vizcaíno, Juan de Camuz de Bermeo, marinero de la nao capitana, descubrió en un cofre en una de las casas de los naturales una imagen del Niño Jesús hecho de bulto, que se creyó haber quedado allí de la armada de Magallanes, que los naturales tenían en mucha devoción y les hacía a sus necesidades efectos milagrosos.
En el Archivo de Indias, entre la documentación relativa a la expedición de Lagazpi hay un informe del escribano de gobernación Fernando Riquel, en la recoge bajo juramento el testimonio de varios personajes que vieron y protagonizaron el hallazgo. Nos dice que Juan de Camuz "halló una cajuela liada con hilo de vela de Castilla y con una cuerda de cáñamo de Castilla, a lo que este testigo le pareció que por parecerle que pesaba, que tenía dentro algo, aflojó la soga, y abierta halló dentro de ella otra cajuela de pino y en ella un Niño Jesús de los que traen de Flandes con su camisita de volante y en la cabeza un sombrerito de lana colorada de los de flande belludo y sus dos dedos de la mano derecha alzados para bendecir y en la otra mano la bola dorada y una cruz que encima tiene la imagen entera, y bien tratada, excepto que tenía quitado el barniz del rostro en parte un poquito y otro poquito de la mano derecha, y como conoció ser imagen del Niño Jesús la tomó y puso una cruz de caña encima de la dicha casa para conocerla bien".
El 28 de abril, según otro testigo, era sábado y los hechos siguieron del siguiente modo: "En hallando este tesoro, el soldado dio dos voces de contento y se lo llevó al general Legazpi, el cual, con gran veneración y solemne procesión, lo mando traer y poner en la Iglesia que ahora tiene de prestado e hizo loa y promesa él y los religiosos de la Orden del Señor San Agustín y los capitanes y los otros oficiales del campo que todos los años tal día como fue hallada la dicha imagen se hiciese y celebrase una fiesta a invocación del nombre de de la manera que está instituida en México y con los mismo estatutos de ella para que perpetuamente quede memoria de lo ocurrido y de cómo la dicha imagen fue hallada en esta tierra de infieles".
La expectación fue en aumento. Legazpi "no cabía de gozo, ni se pudo contener de no derramar muchas lágrimas. Hincóse de rodillas y besóle los pies mil veces. Todo el ejército clamaba y decía que pagaba Dios al general la devoción que había tenido en su santo nombre".
Refería cómo fue él el que fundó la Cofradía del Nombre de Jesús en México y lo que hizo para sus aumentos. Como empezó la empresa de Filipinas debajo de esta protección y que salomaron con este santo nombre en su navegación. El voto que hizo de llamar la primera ciudad que fundase de este santo.
El devoto general, que hasta entonces se había estado regalando con su Niño, alzó los ojos al cielo y le dio ls gracias por tan grande beneficio y merced, dándose ya por pagado de todos los trabajos y expensas que había hecho en la jornada, prometiendo de nuevo de gastar toda su vida en que allí fuese conocido y reverenciando su santo nombre, y diciendo esto, entregó la reliquia a los religiosos como a legítimos herederos de aquel tesoro.
Después que los indios se vieron a salvo y seguro de la artillería de los nuestros, ninguna cosa sintieron tanto como haber dejado en el pueblo a su Niño. Y era tan grande el sentimiento y ternura, llegando a pensar que lo habían de perder, que en su comparación ni el incendio de sus casas ni otro ninguno de los muchos males que temían le igualaban.
Por esto, dos principales de aquellos, con más de cuarenta indios que los quisieron acompañar, se determinaron a ponerse en manos del vencedor, por saber que había sucedido en su reliquia, y si la podían rescatar por algunos bastimentos, pues estaban tan necesitados los Castillas y ofrecían tan diferentes cambios por ellos.
El general los recibió muy bien, sin darles muestra ni de venganza ni de enojo. Lo primero que trató con ellos fue hacer averiguaciones sobre el origen que había tenido aquella santa reliquia, y no pudieron hallar rastro alguno más que la tenían en gran veneración aquellos indios y reconocían deidad en el Niño, por el amor y respeto que todos naturalmente le tenían, y por milagros que cada día hacían de sus necesidades.
El que experimentaron más veces fue que faltándoles pluvias sacaban el Niño de una caja donde le tenían guardado, y poniéndole en lugar público y eminente se hincaban los indios de rodillas y le pedían pluvias, las cuales les concedió muchas veces, luego que se la pedían.
Y si no se las daba luego, creían que estaba enojado el Niño, y así perseveraban de rodillas diciéndole que no se había de levantar de allí hasta que lloviese. Y sucedíales de la manera que lo pedían. De modo que antes que se levantasen los indios de la tierra donde estaban, llovía copiosamente. Otras veces sucedía que perseverando en aquella oración no llovía, y era tanta la fe de los indios, que nunca se persuadían a que el Niño no les podía dar agua, sino que era por algún enojo que le habían dado, y en este caso ordenaban una gran procesión hasta la mar, y llevando allí al Niño lo desnudaban y lo metían en el agua, diciendo que no le sacarían de allí hasta que lloviese, y luego llovía. De modo que ya con esta o aquellas diligencias, todas las veces que le habían pedido agua, se la había dado.
Concordaron todos en decir que ellos y sus mayores habían venerado aquel Niño y teniéndolo por Dios, porque hallaban en él remedio en todas sus necesidades, en particular en la del agua. Seáse lo que fuere, la imagen fue milagrosa, así por lo que los indios referían de ella como por lo que todos veían de su hermosura y aseo en el vestido.
Cuando Legazpi escribía al rey desde Cebú, el 27 de mayo de 1525, y le informaba que "esta empresa es tan grande y de tan grande importancia para lo espiritual y temporal y se ha puesto en tan buenos términos", no era consciente de la importancia de lo que había ocurrido escasamente hacía un mes. Se habían echado los más sólidos cimientos -el santo Niño de Cebú lo era--, en la labor de conquista y de evangelización del pueblo filipino y del continente asiático.
Imágenes españolas en la Semana Santa en la Isla de Malta
Por R. Orue
Hace ahora un año, el director de www.gelannoticias.com viajó hasta la Isla de Malta para conocer la ciudad y las tradiciones cofradieras de esta población. En estas fechas, en la Isla de Malta se preparaba un solemne ejercicio del Vía-Crucis, y los pasos que participaban en este piadoso acto estaban situados en la histórica Parroquia de St Lawrence Chirch Vittoriosa (Parroquia de San Lorenzo).
En este templo, la figura de este santo con su parrilla, recibe culto en uno de los artísticos retablos de la parroquia. En las naves principales se encontraban los pasos que hacían estación en los días de la Cuaresma de la Isla de Malta.
Gregory Gauci (*), en su obra sobre este templo, describe las figuras de la Pasión de Cristo que forman parte de la conmemoración de la Semana Santa de la Isla de Malta, cuyas imágenes en su mayoría proceden de España.
La escultura que figura en uno de los altares de la parroquia es de un artista anónimo de origen español. No se sabe tampoco la fecha de su realización, pero es una figura única en Malta.
La imagen de la Santa Mujer Verónica de esta parroquia es poco conocida. Se sabe que fue llevada desde España a Malta a mediados del siglo XVIII, pero su autor es desconocido..
La Virgen del Socorro y San Juan Evangelista, junto a la cruz y el sudario
La figura de la Dolorosa llegó procedente de España a mediados del siglo XVIII, pero la imagen de San Juan es de un escultor local, realizada en 1906. .
Es una imagen muy popular en la Isla de Malta. Fue una obra realizada por Carlo Darmanin de Senglea, en 1865. Hace su estación de penitencia en la jornada del Viernes Santo, en la Semana de Pasión de la Isla. Esta escultura fue reemplazada por otra figura del nazareno, que fue devuelta a España y que nadie conoce su actual paradero.
Según la obra de Gregory Gauci(*) y cuanto se pudo contemplar en la Iglesia de San Lorenzo, en esas vísperas de la Semana Santa de Malta, también procesionan otros pasos como el Crucificado, cuya imagen fue realizada en Milás en 1826 y trasladada a Malta desde España, en el mismo periodo que la Santa Mujer Verónica; y el Cristo Yacente, cuyo paso se conoce como "El monumento".
* Gregory Gauci, autor del libro Historia de la Parroquia de San Lorenzo Chruc Vittoriosa
Evangelización cofrade
Por José Sánchez Dubé (*)
Cuando nuestros antepasados, agrupados en hermandades de luz o de sangre, comenzaron a sacar imágenes a la calle -alguno tuvo que ser el primero--, se puede colegir que ostentando inicialmente una cruz en los cortejos penitenciales, la figura de Cristo crucificado debió haber sido la primera representación, Cabe imaginar que aquel propósito primigenio estaría en torno a Jesús clavado en el madero y así hacer penitencia recordando el supremo trance de la Redención.
Si esa escena movía aquellos cofrades al arrepentimiento y a la conversión instándoles a durísima penitencia, su salida a la calle ofrecida a la veneración del pueblo fiel, en su mayoría iletrado y sencillamente abierto a cuanto por ojos y oídos les llegaba, había de producir un fuerte impacto, manera directísima de enseñar un catecismo vivo y expresivo que todos sin excepción podían entender.
Es seguro que una segunda imagen fuera la del Nazareno, Cristo cargando con la Cruz , analogía igualmente fácil de asimilar por aquellas mentes -y por las de hoy--, Jesús soportando el peso de nuestros pecados, el infamante madero del suplicio y en consecuencia cada penitente llevando su propia cruz.
Al recibir las imágenes el espaldarazo del Concilio de Trento, considerándose como eficacísimo medio para promover el culto y la piedad de los fieles, quedó expedito el camino para que todo el Evangelio de la Pasión , Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo pudiera ser plasmado en representaciones escenográficas de la Pasión , los pasos sucesivos del Drama, lo que luego se ha dado en llamar catecismo plástico, que fue extendiéndose paulatinamente a todos los distintos momentos del proceso y muerte de Jesús, según dictaban los sentimientos piadosos de aquellos cofrades y los artistas de la época acertaron a plasmar en veneradas efigies, plenas de unción que concitaban la devoción de sus cofrades y de todo el pueblo.
Es evidente que este proceso de transcripción a la escultura, a la imagen exenta para ser ofrecida al culto y exhibida en público tuvo como antecedente la pintura y el relieve que en Sevilla y concretamente en su Catedral -comenzada a construir a principios del siglo XV--, tenían portentosas muestras y en realidad es un proceso que aún hoy no ha finalizado por cuanto la imaginación cofrade encuentra momentos de la Pasión que pueden ser representadas en imágenes, amalgamando belleza estética y acendrada devoción.
Cuanto dejamos expuesto esquemáticamente es en definitiva la primitiva evangelización que hace varios siglos comenzaron a escribir y practicar las Cofradías, haciendo imagen de la Palabra con mayúscula. Lo rubricaron entonces con una tremenda penitencia pública, lacerante y sangrienta que luego hubo de evolucionar por muy diversas razones que no son del caso, dejando intacto, eso sí, el testimonio colectivo y anónimo de ofrecer esa penitencia por las calles de nuestra ciudad.
Es decir, permanecen inalterables aquellos fundamentos: la imagen y en su entorno la penitencia conlo que aquella primitiva y eficaz manera de evangelizar siguen vigentes, pero nos obliga hoy a otros planteamientos y exigencias.
De un lado no es suficiente el testimonio colectivo de penitencia un solo día al año, hay que completarlo con el personal y colectivo de la vivencia cristiana de todo el Evangelio en conjunto, parejo a una actuación social -semejante de la que animara a las primitivas Hermandades y Cofradías--, que evidencie y haga realidad el amor al prójimo.
De otra parte, la exhibición pública de las sagradas imágenes de Cristo y de su Madre, obliga muy gravemente a las propias Juntas de Gobierno responsables directas de las salidas procesionales y no porque existan unas Ordenanzas que regulen la materia, sino porque en conciencia hemos de exigirnos que ese acto de culto, suprema liturgia cofrade, esté revestido de la máxima dignidad.
Correcta conducción de los pasos, música adecuada a tal cometido, serio comportamiento de nazarenos y penitentes, cuidada observancia de un horario convenido entre todos, son condiciones necesarias hoy para que esa evangelización cofrade tenga ante el pueblo la misma eficacia que antaño.
Dice el Apóstol ¡Ay de mí si no evangelizare! Y si tenemos el firme propósito de mantener esa evangelización hay que erradicar cualquier motivo de escándalo por nimio o intrascendente que parezca. Sólo así las Cofradías seguirán manteniendo su razón de existencia, contribuyendo a la mayor gloria de Dios.
(*) José Sánchez Dubé ha sido presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías y Pregonero de la Semana Santa de Sevilla